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Legado

Dile

a las niñas una u otra o vayan a posar un pie en la
          habitación.

Entre, el notario.

Dé fe: tiene permiso para escriturar con palabras al
          pie de la letra o tergiversarlas.

Mi asunto es otro.

Cuestión de reyes o cítaras y el mar que arroja
          tumultuosos buhoneros porteadores
          descalzos ocupación

y mercancías.

Palabras: han de registrar todo objeto en su tamaño
          y confinamiento.

Si prestan un servio

o si son alegría en el ojo vivo de las concubinas
          me es ajeno.

Esto, he dicho.

En los vientos del sábado y propietario de unas tijeras
          podadoras supe allanar los reinos de
          la incandescencia

y permutar

el pedregal en utopía y las formaciones en la roca
          calcárea por el afán indomitable de
          la transmigración.

Nada pude: creí.

En la palabra escrita y con el olfato puesto en los
          alcores creí que había llegado a
          poseer un instrumental que configuraba
          y rehacía, creí
que me alzaba

de la ignominia del cuerpo y las funciones naturales
          y su terminación.

Júzguese

si mi modo de ver las cosas no era ofensivo: pues
          verdaderamente es ofensa tanta
          laboriosidad.

Debí ser escueto.

En la elucubración de la minuciosidad: quise regir
          con unos pobres sustantivos lo
          hechos

y su denominación.
Entre, señor notario: y selle mis palabras.

Salga

por la misma puerta por donde entró convoque a mis
          hijas y solemnemente pase a dar
          lectura un ítem otro ítem otro.

Son unas niñas

educadas en el conocimiento de ciertas canciones que
          compuso su padre a la ligera y
          ni Ud. ni yo podremos embaucarlas
          con jaculatorias ni el tono
          majestuoso de unos himnos.

Son unas niñas austeras: convóquelas y verá.

No le asombre mientras procede a la lectura que se
          distancien mayormente de esta
          palabrería y parezcan con su
          padre, altaneras: la sombra de
          una flor en el ojal, guantes

de gala gris, harán

con mi yugo una cháchara feliz juran que en esta casa
          no se mentarán jamás mis cerdas
          ni mis putrefacciones, que vivirán

como ecuestres casadas.




Selección: Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras


JOSÉ KOZER




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