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Niño de ayer

Eras niño de niebla
casi en la nada;
nombre de mi sonrisa
detrás del alma.

Y era un barco dichoso
de tanto viaje
y un ángel marinero
bajo mi sangre.

Subías como el lirio,
como las algas;
en tu peso crecía
la madrugada.

Y alzando el aire joven
sus ademanes
ya marcaba tu fuerza
de vivos mástiles.

¡Prado de nieve limpia,
bosque de llamas!...
Y tú, semilla dulce,
bien enterrada.

Escondido en mi pulso,
sin entregarte;
pulsando en los temores
de mi quién sabe.

Buscabas en mi pecho
bulto y palabra;
entre mis muertos ibas
buscando cara.

Salías de la torre
de las edades
y en las lunas futuras
dabas señales.

No creas que te cuento
cosas de fábula:
para que me comprendas
coge esta lágrima.


CLAUDIA LARS




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