☰ menú
 



El ángel envidioso

Leñadoras son, ¡defiéndete!,
esas silbadoras hachas
que mueven mi lengua.

Hoces de los vientos malos,
¡alerta!,
que muerden mi alma.

Torre de desconfianza,
tú.
Tú, torre del oro, avara.
Ciega las ventanas.
O no, mira.

Hombres arrasados, fijos
por las ciudades taladas.
Pregúntales.

O no, escucha.

Un cielo, verde de envidia,
rebosa mi boca y canta.

Yo, un cielo...

Ni escuches ni mires.
Yo...
Ciega las ventanas.


RAFAEL ALBERTI




regresar