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La realidad

    Sí, detenida;
nunca como desamor,
nunca huida, jamás como sueño, nunca sólo como el deseo.
En esta hora
del mediodía, blanca, preciosa, pura, limpísima;
en esta transparente hora de día completo.

    Lo mismo que podría ser por la noche.
Porque siempre existes.
He soñado mucho. Toda mi vida soñando. Toda mi vida
      tentando bultos, confesando bultos.
Toda mi vida ciego dibujando personas.

    Recuerdo aquel amor: ¿era amor?
Recuerdo aquel corazón. ¿Tenía la forma del corazón?
Recuerdo aquella música que yo pretendía escuchar en un pecho.
Me quedaba dormido sobre un pecho cerrado. Y soñaba
      el hermoso color del amor en el corazón latidero.

    Tenté bultos, indagué cuidados:
escuché el sonido del viento,
nocturnamente azotando, fingiendo, tomando de pronto
      la forma de un cuerpo,
adelantando una mano; y oía su voz. Y mi nombre. Y se
      oía…

    Pero no oía nada.
Así, por la vida;
por todos los libros;
por las arenas; entre la mar; en las cuevas; debajo del
      tiempo…

    Siempre soñando, o callando.
Detrozado de ropas. O vestido de nuevo.
O agolpado de pronto sobre una roca, desnudo, insumiso.

Pero engañándome.

    Y hoy,
aquí, en este cuarto con sol,
con delicado sol casi doméstico;
hoy, detenido,
aquí, con la ventana abierta, esperando.
Pero no esperando lo que nunca llega.
Porque tú sí que llegas. Porque un instante te has ido y
      vuelves.
Vuelves, y te veo llegar sobre un fondo de pared blanca.
En un jardín. Y te veo llegar entre acacias muy verdes,
con olor vivo, y sonidos…

    Nunca como desamor,
nunca como el afán,
jamás sólo como el deseo.
Sino con tu dibujo preciso
que yo no tengo
que trazar
con mi sueño…






De Historia del corazón (1945-1953)
Biblioteca de Premios Nobel
Antología Poética
Alianza Editorial, S. A. Madrid 1977


VICENTE ALEIXANDRE




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