| Causa del amor |
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Cuando me han preguntado la causa de mi amor yo nunca he respondido: Ya conocéis su gran belleza. (Y aún es posible que existan rostros más hermosos.) Ni tampoco he descrito las cualidades ciertas de su espíritu que siempre me mostraba en sus costumbres, o en la disposición... |
| Con quién haré el amor? |
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En este vaso de ginebra bebo los tapiados minutos de la noche, la aridez de la música, y el ácido deseo de la carne. Sólo existe, donde el hielo se ausenta, cristalino licor y miedo de la soledad. Esta noche no habrá la mercenaria compañía, ni gestos... |
| Cuando yo aún soy la vida |
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La vida me rodea, como en aquellos años ya perdidos, con el mismo esplendor de un mundo eterno. La rosa cuchillada de la mar, las derribadas luces de los huertos, fragor de las palomas en el aire, la vida en torno a mí, cuando yo aún soy la vida. Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos, ... |
| La última costa |
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Había una barcaza, con personajes torvos, en la orilla dispuesta. La noche de la tierra, sepultada. Y más allá aquel barco, de luces mortecinas, en donde se apiñaba, con fervor, aunque triste, un gentío enlutado. Enfrente, aquella bruma cerrada bajo un cielo sin firmamento ya. ... |
| Lamento en Elca |
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Estos momentos breves de la tarde, con un vuelo de pájaros rodando en el ciprés, o el súbito posarse en el laurel dichoso para ver, desde allí, su mundo cotidiano, en el que están los muros blancos de la casa, un grupo espeso de naranjos, el hombre extraño que ahora escribe. ... |
| Lastimoso enamorado |
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Quejoso, lastimero, en la lívida luz del día, me topas. De la noche tú regresas cadáver, y apresuras tu inanidad: tiemblas, lloras, maúllas. Anegados están de tu miseria caudalosa, amigos y enemigos. Tú que eras sordo, y digno, y dominabas la carne y el espíritu, ridícula muestras ... |
| Palabras para una mirada |
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Miras, con ojos luminosos, mientras hablo, los míos. Los cabellos son fuego y seda, y el rosa laberinto del oído desvaría en la noche, acepta las razones que doy sobre una vida que ha perdido la dicha y su mejor edad. ¿Cómo me ven tus ojos? Yo sé, porque estás cerca, que mis labios sonríen, ... |
| Todavía el tiempo |
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Oyendo aquí los pinos, miro el cielo; mis ojos, inocentes; soy el niño que se esconde a mirar y oír el mundo, a sorprender la noche cómo roba. Sigo oyendo los pinos, sigue el cielo, y mis ojos se apagan, ¿qué será del que soy? Ya no es posible el daño; sereno el corazón aguarda todo. ... |
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