JOSÉ GARCÍA NIETO | |
¡Cuidado! No, no sigas. Huye, ciega tu pupila feroz. ¿No ves que ahora todo se romperá y habrá una aurora más triste que esta noche en que se anega? Vuélvete y niega sus mejillas, niega sus cabellos sin brillo, y elabora un rostro milagroso en esta hora en que todo el misterio se te entrega. ... | |
Tengo algunos antiguos compromisos de los que quisiera liberarme ahora recordando. Por ejemplo aquel con el niño pobre y no sé si mi amigo de Covaleda solo y rubio y ralo de pelo atento ante la nieve y nuestra puerta haciéndome envidiar su rueda fresca con la llanta de corteza ... | |
Coplas por Juan Ramón Jiménez en el aniversario de su muerte | |
En verso y prosa, los buenos pies, pie de romance octosílabo... J.R.J. Pies de ocho sílabas, dices; pie de romance octosílabo. Pero, pies ¿para qué os quiero a esta altura del camino? Manos son las que nos duelen por todo lo que han tenído, por todo lo que estrenaron, ... | |
Fue aquel día. Aquel niño fue. Tendía sus lienzos, en el sol, el sol. Estaba quieto el río, lentísimo, yacente; enhebrando los puentes, muelle, el agua. Castillos a la escucha. Ay, ¿hacia dónde? Enhiesto San Servando, áureo Galiana, torres con el gran tiempo recogido, patios de soledad, ... | |
A mi hijo Esto que tienes ante ti, hijo mío, es España. no podría decirte y no puedo, al menos con palabras- cómo es su cuerpo duro, cómo es su cara trágica, cómo su azul cintura, extensamente humedecida y agitada. Su pecho, recio y de varón, respira por las altas montañas; ... | |
Como cuando era niño, Dios parece que es el sol que enrojece ahora la tapia y que extiende su aliento hacia nosotros y que temblamos en su vaharada. Si pudiera poner en esta tarde mi corazón tendido a la ventana, y pudiera apresar ese sol último hasta que entre mi sangre se quedara. ... | |
¿Quién es el vencedor?, ¿quién el vencido? En el amor no vence nadie. El hombre no vence en el amor. El amor vence sin nadie, sobre nadie. Es el olvido quien pisa su coraza luminosa un día, y luego sombra, y luego nada... Yo no fui el vencedor. De aquel Toledo no queda nada ya, ... | |
Entra en la playa de oro el mar y llena la cárcava que un hombre antes, tendido, hizo con su sosiego. El mar se ha ido y se ha quedado, niño, entre la arena. Así es este eslabón de tu cadena que como el mar me has dado. Y te has partido luego, Señor. Mi huella te ha servido ... | |
Mi abuelo estaba ciego. ¿Era noviembre...? Pensaba yo en el árbol que él oía en una contemplación desorbitada, cuando alteraban los pájaros las ramas chirriantes, había sido árbol en su vida, árbol en su juventud. Salíamos siempre juntos. Sube , decía yo, al llegar a los escalones ... | |
IV Todo parece igual que ayer, que aquel día oscuro y primero que vine aquí y encontré sólo la tosca sequedad del suelo. No veía en la caja el lado sin cubrir: tu lugar, tu hueco. Los hombres no vemos la trampa por donde llegas. La sabemos vagamente, la sospechamos, y un día.. ... | |
I Después de muchos años, he venido hasta el propio rincón donde te haces tierra sin descansar. Nunca hay descanso para el cuerpo que cae. Avanza, ahonda, se destruye, pasa ríos oscuros, cauces, horas de lucha inextinguible, guerras sin ruido, horribles vecindades; se mueve, ... | |
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Cementerio de protestantes Aquí yace Adonais. Su nombre estaba escrito sobre el agua . Ni una flor, ni un poema, ni una oración hablada... Yo te traería una muchacha que he visto esta mañana. Se cubría con un sombrero de paja rodeado por una cinta encarnada. Tenía los brazos redondos ... | |
Estas manos que tienen aún memoria, que alojan la pasión y han provocado un bosque, un fuego, un viento arrebatado ¿que són sino temblor, cárcel y escoria...? Una tierra adelantan, una orilla del arrabal, del terraplén oscuro; arañan azucenas en un muro de cal donde se asoma ... | |
I Por el puente y el río, dos caballeros. Uno era peregrino y otro guerrero. Por el río y el puente van dos muchachas. Una busca una estrella y otra una espada. Por el puente y el río dos celosías. Una , tierra caliente, y otra, agua fríaII Por el río y el puente soldado y santo. ... | |
La ciudad se termina junto a un río sin sueño baja, con su costumbre de muchacha de campo, a mirarse en el agua, a dejar que en el agua desemboquen los ríos más chicos de sus brazos. La ciudad aún se olvida de su actual estatura en estos terraplenes donde el tibio regazo ... | |
A Rafaél Alberti. Norte, sur, este, oeste... Una paloma de otra torre venida, desnortada, de balcón a balcón - tibia nevada - lenta se esconde, tímida se asoma. No todos los caminos van a Roma , piensa ya la paloma equivocada. El poeta lo sabe. (¡Casi nada sabe el poeta ... | |
Contigo mano a mano. Y no retiro la postura, Señor. Jugamos fuerte. Empeñada partida en que la muerte será baza final. Apuesto. Miro tus cartas, y me ganas siempre. Tiro las mías. Das de nuevo. Quiero hacerte trampas. Y no es posible. Clara suerte tienes, ... | |
Todo está igual, aunque una sombra sea de lo que fue hace siglos, mas sin gente. Como contigo, un alba me rodea; como a tu lado, oscura está mi frente. Por otro cuerpo vas, por una idea que trae su agudo rayo de repente, y todo lo enriquece y lo verdea al viento matinal, junto a la fuente. ... | |
La luna de agosto viene en hombros del Guadarrama. Tus tejados, Luisa Esteban, hace tiempo que la aguardan. La luna parce un río desbordado por Las Navas. quién me diera un San Cristobal que a la puerta de tu casa, con un pino por cayado, dulcemente me llevara. ... | |
Aquellos lejanísimos cristales ¿se han roto, oh Dios, o se han oscurecido? Entre sombras camina el que ha perdido del cielo azul las únicas señales. Ayer de mis más altas catedrales; ayer del corazón y su sentido; ayer de un sueño hermoso y compartido, con Él siempre asomado ... | |
Si miro el mar ahora está tu pura mirada en ese rostro amplio y sombrío; plata y azul, y niebla sobre un rio que alcanza ya su desembocadura. Plata y azul. Y niebla que perdura sobre mi corazón muerto de frio, extraño a los rigores del estío, sin más calor ni luz que su amargura. ... | |
Estos hijos mios han ido hoy por primera vez al cementerio. Disciplinados voluntariamente y un poco serios, se han estado vistiendo. El se ha puesto chaqueta y corbata y zapatos negros. Ellas han buscado entre sus vestidos el menos llamativo, el que hoy por vez primera ... | |
Donde no se podía llegar, donde el cuarto no podía abrir sus puertas tentadoras, ante el fondo mismo del mar donde los ojos eran más tierra que nunca, más allá de la levísima trama que encarcelaba -Tántalo- la tierra prometida, cuatro sombras, no sombras, cuatro cuerpos sin ella, ... | |
No sé si soy así, ni si me llamo así como me llaman diariamente; sé que de amor me lleno dulcemente y en voz a borbotones me derramo. Lluvia sin ocasión, huerto sin amo donde el fruto se cae sobradamente y donde miel y tierra, juntamente, suben a mi garganta, tramo a tramo. ... | |
(Primer recuerdo de Soria) Por Soria está ya la sierra pura enseñando su azul entre la nieve, y entre el bajo pinar el cielo breve tendrá otro azul: aquel de mi ventura. Sala de la niñez, fresca hermosura que abril a levantar en mí se atreve; aire de ayer que al pecho de hoy conmueve,. ... | |
Esto son mis memorias, mis afanes, mis confesiones hasta donde puedo, lances de mucho amor y de algún miedo, esfuerzos de pigmeo entre titanes. Me dieron unos peces y unos panes: unas palabras. Y alguien con el dedo pronto me amenazó. Estaba en el ruedo mi carne ... | |
Centro de España, corazón, latido de fecundas y unánimes orillas almena singular de las Castillas, faro de luz, señero y repartido, eres un libro abierto y ofrecido - siete estrellas, setenta maravillas -; sabe bien a qué altura creces, brillas, quien con amor a diario te ha leído. ... | |
Tan hombre soy que siento por mi pecho ríos de un corazón precipitado que avanza rumoroso y desbordado, cuantos más años tiene, más derecho. Baja a mis pulsos, súbito, en acecho, y hasta mi lengua sube enamorado; vive para mi voz y su cuidado, se ahoga entre los llantos que cosecho. ... | |
Te han nacido los ojos con preguntas, y sin cesar me asedias preguntando. Y yo sin contestar... Hija ¿ hasta cuando mudos tú y yo: dos ignorancias juntas? ¿ Hasta cuándo en silencio irán las yuntas de tu asombro y mi amor; de mí, temblando, y de tí, poco a poco, ... | |
Mis ojos van por estos árboles, pájaros tristes del otoño, desalentados, con memoria de los verdores más remotos. Dudan, avanzan, se confunden entre los círculos de oro; llegan ahora hasta las últimas galerías del cielo absorto para caer precipitados en el camino frío y hondo; ... | |
Contra aquella pared del triste huerto de Pativilca, casi derribado, como un árbol sin hojas y asomado a la pálida luz de un sol incierto, ¿eras el genio de la guerra o muerto estaba ya tu pecho de soldado? ¿rendía ya tu nave su costado al abrigo oscurísimo del puerto...? ... | |
No le digas a nadie que me hastía la rosa; cuando llega a los labios, su verdad me subleva que el pétalo no tenga tu seda primitiva o que esté en una torre distinta a tu cintura. No le digas a nadie que júbilos y páginas y dolores del tiempo para mi piel, resbalan sin dejar una lágrima ... | |
Doblaban en el viento las banderas de todos los adioses que esperabas. Caían copos blancos de chilabas por una despedida de palmeras. Dormida en las arenas de tu cuna quedó una huella de tus pies perdidos. Se levantaban ecos escondidos en las ciudades de color de luna. ... | |
Yo, siencioso, en un rincón tenía miedo R.D. No; ya no tengo miedo. De noche, algunas noches hace mucho tiempo, con miedo dentro de los ojos y entre las manos encontradas solas, y en los labios, sin la oración de pronto, sin el beso todavía, creía ver vacíos gigantes que avanzaban ... |
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Antología. Selección poética (1940-1991) | |