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ANTONIO GAMONEDA

 

   Ante las viñas abrasadas por el invierno... Ante las viñas abrasadas por el invierno... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Ante las viñas abrasadas por el invierno, pienso en el miedo y en la luz (una sola sustancia dentro de mis ojos), pienso en la lluvia y en las distancias atravesadas por la ira...

 

   El cuerpo esplende en el zaguán profundo... El cuerpo esplende en el zaguán profundo... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

El cuerpo esplende en el zaguán profundo, ante la trenza del esparto y los armarios destinados a los membrillos y las sombras. De pronto, el llanto enciende los establos. Una vecina lava la ropa fúnebre y sus brazos son blancos entre la noche y el agua.

 

   Entre el estiércol y el relámpago... Entre el estiércol y el relámpago... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Entre el estiércol y el relámpago escucho el grito del pastor. Aún hay luz sobre las alas del gavilán y yo desciendo a las hogueras húmedas. He oído la campana de la nieve, he visto el hongo de la pureza, he creado el olvido. De: El libro del...

 

   Esta casa estuvo dedicada a la labranza y la muerte... Esta casa estuvo dedicada a la labranza y la muerte... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Esta casa estuvo dedicada a la labranza y la muerte. En su interior cunden las ortigas, pesan las flores sobre las maderas atormentadas por la lluvia. De: El libro del...

 

   Extrañeza, fulgor... Extrañeza, fulgor... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Extrañeza, fulgor: el gavilán inmóvil, y la melena del carrizo, y, sobre el agua, mis manos ante las zarzas polvorientas. Pongo los frutos negros en la boca y su dulzura es de otro mundo como mi pensamiento arrasado por la luz. De: El libro del...

 

   Recuerdo el frío del amanecer... Recuerdo el frío del amanecer... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste de la sosa cáustica. De: El libro del...

 

   Sobre excremento de rebaños... Sobre excremento de rebaños... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Sobre excremento de rebaños, subo y me acuesto bajo los robles musicales. Cruzan palomas entre mi cuerpo y el crepúsculo, cesa el viento y las sombras son húmedas. Hierba de soledad, palomas negras: he llegado, por fin; éste no es mi lugar, pero he llegado. De: El libro del...

 

   Tengo frío junto a los manantiales... Tengo frío junto a los manantiales... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar mi corazón. Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras, pero, ¿qué hago yo delante del abismo? Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado. De: El libro del...

 

   Tiendo mi cuerpo... Tiendo mi cuerpo... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Tiendo mi cuerpo sobre las maderas agrietadas por las lágrimas, huelo la linaza y la sombra. Ah la morfina en mi corazón: duermo con los ojos abiertos ante un territorio blanco abandonado por las palabras. De: El libro del...

 

   Un bosque se abre en la memoria... Un bosque se abre en la memoria... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Un bosque se abre en la memoria y el olor a resina es útil al corazón. Vi las esferas del sudor y los insectos en la dulzura; luego, el crepúsculo en sus ojos; después, el cardo hirviendo ante el centeno y la fatiga de los pájaros perseguidos por la luz. De: El libro del...

 

   Vi la serenidad... Vi la serenidad... de Antonio Gamoneda   


En la voz de Antonio Gamoneda    

primeros versos

Vi la serenidad en los ojos de las reses destinadas a los cuchillos industriales y los caballos inmóviles en la tristeza; después, la cal, su luz en los ancianos, y grandes grietas habitadas por lamentos. De: El libro del...