MANUEL ALTOLAGUIRRE | |
¡Qué dulce dolor de ancla en el corazón sentías! Tu corazón reteniendo, duro coral, mi partida. Ahogada en amor, tu amor como un mar me sostenía. Altos vientos me empujaron solitario a la deriva. Si mi nave se fue lejos más profunda quedó hundida tu dura rama de sangre, ... | |
A mi madre Hubiera preferido ser huérfano en la muerte, que me faltaras tú allá, en lo misterioso, no aquí, en lo conocido. Haberme muerto antes para sentir tu ausencia en los aires difíciles. Tú, entre grises aceros, por los verdes jardines, junto a la sangre ardiente, continuarías viviendo, ... | |
¡Qué sola estabas por dentro! Cuando me asomé a tus labios un rojo túnel de sangre, oscuro y triste, se hundía hasta el final de tu alma. Cuando penetró mi beso, su calor y su luz daban temblores y sobresaltos a tu carne sorprendida. Desde entonces los caminos que conducen a tu alma ... | |
Parece que se persiguen las altas hojas del trigo. Apretada prisa verde de limitado dominio nunca podrá como el agua desencadenarse en río, siempre entre cuatro paredes apretarán su bullicio. Van y vienen preguntando sin encontrar lo perdido. Se dan de codos, se pisan, van y vienen ... | |
Huyo del mal que me enoja buscando el bien que me falta. Más que las penas que tengo me duelen las esperanzas. Tempestades de deseos contra los muros del alba rompen sus olas. Me ciegan los tumultos que levantan. Nido en el mar. Cuna a flote. La flor que lucha en el agua ... | |
Como un ala negra de aire desprendida de hombro alto, cuerpo de un muerto reflejo en duras tierras ahogado, la sombra quieta, tendida, flota sobre el liso campo. La nube, sombra en el viento de la sombra, flor sin tallo, de la amplia campana azul adormecido barajo, techo azul ... | |
¡Ven, que quiero desnudarme! Ya se fue la luz y tengo cansancio de estos vestidos. ¡Quítame el traje! Que crean que he muerto, porque desnudo mientras me velan el sueño descanso toda la noche; porque mañana temprano, desnudo de mi desnudo, iré a bañarme en un río, ... | |
Era dueño de sí, dueño de nada. Como no era de Dios ni de los hombres, nunca jinete fue de la blancura, ni nadador ni águila. Su tierra estéril nunca los frondosos verdores consintió de una alegría, ni los negros plumajes angustiosos. Era dueño de sí, dueño de nada. ... | |
Profeta de mis fines no dudaba del mundo que pintó mi fantasía en los grandes desiertos invisibles. Reconcentrado y penetrante, solo, mudo, predestinado, esclarecido, mi aislamiento profundo, mi hondo centro, mi sueño errante y soledad hundida, se dilataban por lo inexistente, ... | |
Era mi dolor tan alto, que la puerta de la casa de donde salí llorando me llegaba a la cintura. ¡Qué pequeños resultaban los hombres que iban conmigo! Crecí como una alta llama de tela blanca y cabellos. Si derribaran mi frente los toros bravos saldrían, luto en desorden, dementes, ... | |
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No es color turbio, ni perdida forma, ni luz difusa, débil, la que parte la inmensidad del campo, su hermosura. No es un otoño entre el calor y el frío, no se ve ni se siente, no se sueña la fatídica franja divisoria. Pero allí está, como un reptil, inmóvil: es la tierra de nadie, de mi ... | |
Al ver por dónde huyes dichoso cambiaría las sendas interiores de tu alma por las de alegres campos. Que si tu fuga fuera sobre verdes caminos y sobre las espumas, y te vieran mis ojos, seguirte yo sabría. No hacia dentro de ti, donde te internas, que al querer perseguirte me doy contra los muros ... | |
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La ventana separa al mundo de los trenes, de los grandes vapores, de los hombres a pie, del mundo quieto de un alma sola. ¡Qué alegría ver los rosales y los vendedores! Al ruidoso paisaje de tráfico y de vida mi tristeza se asoma. Mi soledad consciente mira las hermosuras inútiles del mundo. ... | |
A Federico García Lorca. Las barcas de dos en dos, como sandalias del viento puestas a secar al sol. Yo y mi sombra, ángulo recto. Yo y mi sombra, libro abierto. Sobre la arena tendido como despojo del mar se encuentra un niño dormido. Y la estela de su marcha abierta ... | |
¡Qué música del tacto las caricias contigo! ¡Qué acordes tan profundos! ¡Qué escalas de ternuras, de durezas, de goces! Nuestro amor silencioso y oscuro nos eleva a las eternas noches que separan altísimas los astros más distantes. ¡Qué música del tacto las caricias contigo! ... | |
Oh libertad errante, soñadora desnuda de verdor, libre de venas, arboleda del mar, errante nube; si en lluvia el desengaño te convierte, la forma de mi copa podrá darte una pequeña sensación de cielo. Vuelve a la tierra, oh mar, vuelve a la vida, a las cadenas de los largos ríos, ... | |
El silencio eres tú. Pleno como lo oscuro, incalculable como una gran llanura desierta, desolada, sin palmeras de música, sin flores, sin palabras. Para mi oído atento eres noche profunda sin auroras posibles. No oiré la luz del día, porque tu orgullo terco, rubio y alto, lo impide. ... | |
Voy buscando los ojos de una torre alzada con oscuros pensamientos, pues quiero darle fronda de miradas a la columna altiva de mis sueños. La quieren derribar vientos de duda, la asedian nubes que le son coronas, como césped le besa el pie mi fuego. Dentro me elevo, sin que nunca acabe de escalar ... | |
Mi forma inerte, grande como un mundo, no tiene noche alrededor ni día; pero tiniebla y claridad por dentro hacen que yo, que tú, vivamos. Mares y cielos de mi sangre tuya navegamos los dos. No me despiertes. No te despiertes, no, sueña la vida. Yo también pienso en mí cuando te sueño ... | |
Sentirse solo en medio de la vida casi es reinar, pero sentirse solo en medio del olvido, en el oscuro campo de un corazón, es estar preso, sin que siquiera una avecilla trine para darme noticias de la aurora. Y el estar preso en varios corazones, sin alcanzar conciencia ... | |
Sentirse solo en medio de la vida casi es reinar, pero sentirse solo en medio del olvido, en el oscuro campo de un corazón, es estar preso, sin que siquiera una avecilla trine para darme noticias de la aurora. Y el estar preso en varios corazones, sin alcanzar conciencia de cuál sea la verdadera ... | |
A Jane Evrard. ¡Isla en la música! Estábamos mirándote sumergidos. Encantadora de peces alta le dabas al viento órdenes con tus dos brazos. Instrumentos y delfines parados te rodeaban. La música transparente te llegaba a la cintura. Frondosa y viva flotabas, isla de carne, en la música. ... | |
Éstas son las rodillas de la noche. Aún no sabemos de sus ojos. La frente, el alba, el pelo rubio, vendrán más tarde. Su cuerpo recorrido lentamente por las vidas sin sueño en las naranjas de la tarde, hunde los vagos pies, mientras las manos amanecen tempranas en el aire. ... | |
Las ausencias los grandes huecos el enorme vacío dibujado por los recuerdos insistentes, todo está aquí como cenizas de un gran fuego. Y dudo de mi vida, temo ser un rescoldo, entre tantas miserias que ni siquiera existen. Mi soledad, en esta luz de espanto, es un nuevo fantasma ... | |
Dicen que soy un ángel y, peldaño a peldaño, para alcanzar la luz tengo que usar las piernas. Cansado de subir, a veces ruedo (tal vez serán los pliegues de mi túnica), pero un ángel rodando no es un ángel si no tiene el honor de llegar al abismo. Y lo que yo encontré en mi mayor caída ... | |
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Mis ojos grandes, pegados al aire, son los del cielo. Miran profundos, me miran me están mirando por dentro. Yo pensativo, sin ojos, con los párpados abiertos, tanto dolor disimulo como desgracias enseño. El aire me está mirando y llora en mi oscuro cuerpo; su llanto se entierra en carne, ... | |
Se agrandaban las puertas. Yo gigante, con el recuerdo de mi olvido dentro, atravesaba las estancias, golpeando las paredes sordas. ¡Qué collar interior en mi garganta de palabras en germen, de lamentos que no podían salir, que se estorbaban en su gran muchedumbre! ... | |
Estabas solo y alto. Yo miraba cómo todos los pájaros debajo de tu frente se escondían. ¡Qué ir y venir y qué volver! Cómo todas las cosas quedándose se iban a entrarse por tus ojos. Cómo yo mismo no sabía si estaba junto al árbol bajo aquel cielo tan azul, o si los verdes límites del parque ... | |
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¡Qué pena ésta de hoy! Haberlo dicho todo, volcando por completo lo que pesaba tanto, y ver luego que todo se queda siempre dentro, que las palabras fueron espejos engañosos, cristales habitados por fantasmas sin vida; que todo queda dentro con sus negras presencias, insistentes, doliendo. ... | |
Sólo sé que estoy en mí y nunca sabré quién soy, tampoco sé adónde voy ni hasta cuándo estaré aquí. Vestido con vida o muerte o desnudo sin morir, en los muros de este fuerte castillo de mi vivir, o libre por los confines sepulcrales de los cielos, desgarrando grises velos, ... | |
Hice bien en herirte, mujer desconocida. Al abrazarte luego de distinta manera, ¡qué verdadero amor, el único, sentimos! Como el mueble y la tela, tu desnudo ya no tenía importancia bajo el aire, bajo el alma, bajo nuestras almas. Nosotros ya no entendíamos de aquello. . ... | |
Apoyada en mi hombro eres mi ala derecha. Como si desplegaras tus suaves plumas negras, tus palabras a un cielo blanquísimo me elevan. Exaltación. Silencio. Sentado estoy a mi mesa, sangrándome la espalda, doliéndome tu ausencia. | |
Mi sueño no tiene sitio para que vivas. No hay sitio. Todo es sueño. Te hundirías. Vete a vivir a otra parte tú que estás viva. Si fueran como hierro o como piedra mis pensamientos, te quedarías. Pero son fuego y son nubes, lo que era el mundo al principio cuando nadie en él vivía. ... | |
¡Qué golpe aquel de aldaba sobre el ébano frío de la noche! Se desclavaron las estrellas frágiles. Todos los prisioneros percibimos el descoserse de la cerradura. ¿Por quién? ¿Adónde? El sol su página plisada entró por la rendija oblicuamente, iluminando el polvo. ... |