XAVIER VILLAURRUTIA | |
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El aire juega a las distancias: acerca el horizonte, echa a volar los árboles y levanta vidrieras entre los ojos y el paisaje. El aire juega a los sonidos: rompe los tragaluces del cielo, y llena con ecos de plata de agua el caracol de los oídos. El aire juega a los colores... | |
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Amar es una angustia, una pregunta, una suspensa y luminosa duda; es un querer saber todo lo tuyo y a la vez un temor de al fin saberlo. Amar es reconstruir, cuando te alejas, tus pasos, tus silencios, tus palabras, y pretender seguir tu pensamiento cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas... | |
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Amar es una angustia, una pregunta, una suspensa y luminosa duda; es un querer saber todo lo tuyo y a la vez un temor de al fin saberlo. Amar es reconstruir, cuando te alejas, tus pasos, tus silencios, tus palabras, y pretender seguir tu pensamiento cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas... | |
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En el cuarto del pueblo fantástico y desnudo, amarillo de luz de vela, sobrecogido, mis sienes dan la hora en no sé qué reloj puntual y eterno. La soledad se agranda como las sombras en la sábana del muro, como las caras ayer asomadas para dentro en el marco de sus ventanas. Y el... | |
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Deshace julio en vapor los cristales de las ventanas del agua y del aire. En el blanco azul tornasol del mantel los frutos toman posturas eternas para el ojo y para el pincel. Junto a las naranjas de abiertos poros las manzanas se pintan demasiado, y a los duraznos, por su piel de... | |
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Fuera del tiempo, sentada, la mano en la sien, ¿qué miras, mujer, desde tu ventana? ¿Qué callas mujer, pintada entre dos nubes de mármol? Será igual toda la vida tu carne dura y frutada. Sólo la edad te rodea como una atmósfera blanda. No respires, no. De tal modo el aire te quiere... | |
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Todo lo que la noche dibuja con su mano de sombra: el placer que revela, el vicio que desnuda. Todo lo que la sombra hace oír con el duro golpe de su silencio: las voces imprevistas que a intervalos enciende, el grito de la sangre, el rumor de unos pasos perdidos. Todo lo que el... | |
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La muerte toma siempre la forma de la alcoba que nos contiene. Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa, se pliega en las cortinas en que anida la sombra, es dura en el espejo y tensa y congelada, profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca. Los dos sabemos que la muerte toma... | |
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El que nada se oye en esta alberca de sombra no sé cómo mis brazos no se hieren en tu respiración sigo la angustia del crimen y caes en la red que tiende el sueño. Guardas el nombre de tu cómplice en los ojos pero encuentro tus párpados más duros que el silencio y antes que compartirlo matarías el goce de entregarte en el sueño... | |
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Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera y el grito de la estatua desdoblando la esquina. Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito, querer tocar el grito y sólo hallar el eco, querer asir el eco y encontrar sólo el muro y correr hacia el muro y tocar un espejo... | |
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Se diría que las calles fluyen dulcemente en la noche. Las luces no son tan vivas que logren desvelar el secreto, el secreto que los hombres que van y vienen conocen, porque todos están en el secreto y nada se ganaría con partirlo en mil pedazos si, por el contrario, es tan dulce... | |
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En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte en esta soledad sin paredes al tiempo que huyeron los ángulos en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre para salir en un momento tan lento en un interminable... | |
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Cuando los hombres alzan los hombros y pasan o cuando dejan caer sus nombres hasta que la sombra se asombra cuando un polvo más fino aún que el humo se adhiere a los cristales de la voz y a la piel de los rostros y las cosas cuando los ojos cierran sus ventanas al rayo del sol... | |
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Ni tu silencio, duro cristal de roca, ni el frío de la mano queme tiendes, ni tus palabras secas, sin tiempo ni color, ni mi nombre, ni siquiera mi nombre que dictas como cifra desnuda de sentido; ni la herida profunda, ni la sangre que mana de sus labios, palpitante, ni la... | |
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Todo en la noche vive una duda secreta: el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar. Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos nada podemos contra la secreta ansiedad. Y no basta cerrar los ojos en la sombra ni hundirlos en el sueño para ya no mirar, porque en la dura sombra y en... | |
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Primero un aire tibio y lento que me ciña como la venda al brazo enfermo de un enfermo y que me invada luego como el silencio frío al cuerpo desvalido y muerto de algún muerto. Después un ruido sordo, azul y numeroso, preso en el caracol de mi oreja dormida y mi voz que se ahogue en... | |
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Yo también hablo de la rosa. Pero mi rosa no es la rosa fría ni la de piel de niño, ni la rosa que gira tan lentamente que su movimiento es una misteriosa forma de la quietud. No es la rosa sedienta, ni la sangrante llaga, ni la rosa coronada de espinas, ni la rosa... | |
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Abría las salas profundas el sueño y voces delgadas corrientes de aire entraban Del barco del cielo del papel pautado caía la escala por donde mi cuerpo bajaba El cielo en el suelo como en un espejo la calle azogada dobló mis palabras Me robó mi sombra la sombra cerrada... | |
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Eres la compañía con quien hablo de pronto, a solas. Te forman las palabras que salen del silencio y del tanque de sueño en que me ahogo libre hasta despertar. Tu mano metálica endurece la prisa de mi mano y conduce la pluma que traza en el papel su litoral. Tu voz, hoz de eco es el... | |
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Un maduro perfume de membrillo en las ropas blancas y almidonadas Oh campestre saludo del ropero asombrado, que nos abre sus puertas sin espejos, enormes y de un tallado rudo! Llena el olor la alcoba, mientras el sol afuera camina poco a poco, se duplica en la noria, bruñe cada... | |
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Es una inmensa hoja de biombo de cielo y no hay luna en el parque, se ha borrado el tenaz colorido de mi prado que hermana su negror al desconsuelo. En esta noche el musgo es terciopelo y es tan grande el silencio y tan helado que los búhos han olvidado... | |
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La luz se va con el tren silbando, enrollada en humo, apenas si en las colinas unta un brillo. ¡Ay! Y nos vamos pensando lejos, con el tren silbando, sin movernos ni cansarnos. ¡Ay! Y nos vamos pensando sin volver adonde estamos. Se mueve en el cielo un aire cenizo, lento. Se mueve... |