ANDRÉS ELOY BLANCO | |
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Vuelvo los ojos a mi propia historia. Sueños, más sueños y más sueños... gloria, más gloria... odio... un ruiseñor huyendo... y asómbrame no ver en toda ella ni un rasgo, ni un esbozo, ni una huella del dulce mal con que me estoy muriendo. Torno a mirar hacia el camino andado... | |
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He renunciado a ti. No era posible. Fueron vapores de la fantasía; son ficciones que a veces dan a lo inaccesible una proximidad de lejanía. Yo me quedé mirando cómo el río se iba poniendo encinta de la estrella... hundí mis manos locas hacia ella y supe que la estrella estaba arriba... | |
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Ah mundo! La negra Juana, ¡la mano se le pasó! Se le murió su negrito, sí, señor. ¡Ay compadrito del alma!, tan sano que estaba el negro! Yo no el acataba el pliegue, yo no le miraba el hueso; como yo me enflaquecía, lo medía con mi cuerpo, se me iba poniendo flaco, como yo me iba poniendo... | |
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Ah mundo! La negra Juana, ¡la mano se le pasó! Se le murió su negrito, sí, señor. ¡Ay compadrito del alma!, tan sano que estaba el negro! Yo no el acataba el pliegue, yo no le miraba el hueso; como yo me enflaquecía, lo medía con mi cuerpo, se me iba poniendo flaco, como yo me iba poniendo... |