ENRIQUETA OCHOA | |
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Amanece, en las macetas de la ventana arden los geranios. Un vaho lechoso entra en el viento. Corre el día hacia las dunas de la oscuridad. Después de avanzada la noche me desprendo abajo quedan mi piel, mis huesos. Me echo de picada a las profundidades, atravieso el infierno... | |
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Cualquier cosa es mejor a este avispero en llamas que me aguija, porque aquí, donde estoy, me duele todo: la tierra, el aire, el tiempo, y este volcanizado sueño a ciegas, sucumbiendo. Anoche sollozaba por un vaso de luz, hora tras hora ardí de sed y amanecí vacía... | |
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Si me voy este otoño entiérrame bajo el oro pequeño de los trigos, en el campo, para seguir cantando a la intemperie. No amortajes mi cuerpo. No me escondas en tumbas de granito. Mi alma ha sido un golpe de tempestad... | |
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Desde hace años, Jesús, el corazón me rebota loco entre las sienes y ando por los rincones escondiendo al sollozo. Estreno una sonrisa cada mañana y pido limosna en todas las esquinas, porque ¿quién va a prestarme su vida, su amor, o su Dios? Tengo que comprármelos yo misma, y no me alcanza... | |
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Hay sobre las cimas de la tarde que avanza un incendio de rosas lentas, temblando. Qué sentido tan hondo el de la luz derramada en el rubor del aire. El alma se ha suspendido en un deslumbramiento de ángeles cristalinos... | |
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Contigo hubiera querido compartir cosas tan simples como atarte las cintas de un zapato. remendar el talón de un calcetín; tostar castañas echada al pie de tu sillón de cuero en las veladas de invierno, en que leías junto al fuego. Hacer el nudo a tu corbata... | |
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Nuevas vidas vendrán y se acostarán a parir un siglo solar. Nuevos días y nuevas vidas vendrán los días tiernos y verticales las vidas con la humedad del cuerpo futuro sembrando en los predios azules del amor. Las llamaradas salen... | |
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En mi centro amanecía Dios con su diamante de agua ensimismada, derramándola allí donde la yerba azul del verbo sin cercos corría limpia escalando hasta el borde de los labios. Pero redonda es la vida y en sus ruedas sorpresivas... | |
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Tras la reclusión vino de improviso la luz. Deslumbrada, llegué al núcleo de un violento avispero. Ajena a la concesión estudiada, inoportuna, con la simplicidad del que ignora el aguijón de la insidia, pasé la mano, sin malicia, por el lomo de la vida. Dios mío, qué brutal... | |
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Pienso en la fecha de mi suicidio y creo que fue en el vientre de mi madre; aún así, hubo días en que Dios me caía igual que gota clara entre las manos. Porque yo estuve loca por Dios, anduve trastornada por él, arrojando el anzuelo de mi lengua para alcanzar... | |
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Estos vientos de marzo y febrero, ¡ay, estos vientos!, estos vientos espesos de vida que fecundan el vientre de la primavera, me han traído noticias que derrumbaron con seco trueno los muros de mi vida. | |
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La eternidad mece, ondula, abre de par en par su túnica de viento; en el espacio de su seno esplende una constelación de luz acumulada. El Padre la detiene. Un instante mete su mano turbulenta hasta la entraña y la abre sobre la piel del mundo. Un alud de semillas caen, parpadeando... | |
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Dios mío, de tus labios bajan ríos de luz hacia el cristal secreto de los frutos y amanecen maduros. Muchos hombres vienen al mundo a buscarse un lugar. Yo he venido en éxtasis desde el alba, atraída al aroma que escapa de tus cestos, pidiendo dormir entre tus frutos esta noche... | |
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Una parvada de pájaros encendidos cruza y oscurece el aire. La ola de mis días agitada, y mordida por una espuma ciega, solitaria se ahoga en un grito que sube desde las zonas profundas y me empuja a atravesar desiertos, valles que sólo cruza la muerte... | |
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Ahora, cuando se apaga el fuego que arrasó mis llanuras, con su gemido estéril, convalezco bajo un sol tibio con la fuerza enarcada. Sabiamente me alimenta la miel de una colmena inefable. Acaricio la exactitud de las celdillas e infatigable, se enardece mi espíritu, aletea... | |
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En vano envejecerás doblado en los archivos: no encontrarás mi nombre. En vano medirás los surcos sementados queriendo hallar mis propiedades. No tengo posesiones. En cambio, es mío el sueño de los valles arrobados y mío el subterráneo rumor de la semilla. Si... | |
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La llovizna de abril desprendió el sueño lila que florecía en la luz de las jacarandas y ardió toda la tarde sobre el rostro gris de la calle como una tierna flama. | |
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Flamea el topacio de tus cabellos. Nunca volverás a los días delirantes en que tensabas disparando al viento mis sueños de muchacha. Y yo siempre lejos de ti revolcando ocho veces al mar en las jibas del tiempo. Ayer, cuando el temblor de tu roce... | |
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Después de leer tantas cosas eruditas estoy cansada, hija, por no tener los pies más fuertes y más duro el riñón para andar los caminos que me faltan. Perdona este reniego pasajero al no encontrar mi ubicación precisa y pasarme el insomnio acodada en la ventana cuando la lluvia cae,... | |
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De la transparencia nutricia del agua provenimos. Mosché, salvado de las aguas, fue su nombre; el relámpago de la cólera, su sombra. Marcado al descuajar de su raíz a un hombre, vagó dentro de sí perdido como gota de agua en el vaso de la eternidad... | |
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No existe el tiempo, no la distancia, no la muerte; existe la vibración, el movimiento, el incesante cambio: ser, dejar de ser para volver a ser. Un segundo trae ya la carga de su muerte y el embrión de su vida. La yerba que pisamos... | |
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Al montón de polvo que te cobija bajé esta tarde; la sal de la llanura ardía bajo el árido resplandor del silencio y un tifón de soledad golpeaba contra la flor caliza de los cerros. Yo te hablé con esa ternura indómita que rompe dignidades, y me quebré de bruces en la tierra... | |
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Para poderte hablar así, de frente, tuve que echarme toda una vida a llorar sobre tus huesos. Tuve que desandar lo caminado desnudando la piel de mi conciencia. Para poderte hablar tuve que volver a llenarme de aire los pulmones. Y cuidar que no se me encogieran las palabras, el corazón... |