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Tomahuan (Nuestras manos)

(para Marimar)


La mano que ahora contemplamos
      se pierde entre sus dedos
      tan enhuesados sí
      de propias suciedades
      y escamas desprendiéndose.
Se pierde se espirala se ensimisma
      se busca al recorrer
con dedos imparables
     una esfera de barro imperfecto:
ah la carne cotidiana metida en sus movidos
y frágiles pellejos
pasando y repasando
     las sustancias sensuales de la tierra:
     los temblores de cadáveres absorbidos
     por las aguas sin fondo de ese barro
     que se entreteje con la cáscara
     de cada uña laboriosa:
     los gases luminosos que un viejo insecto
     abandonó en el estómago
     de aquellos reptiles que entre
     paralizadas burbujas aquí se desvanecen:
     las gotas de opacos minerales:
     los crujidos de un hondo cristal
                                 que oscuramente nos atrae:
     las fibras diminutas como raíces
     de medusas coloreadas por la sangre:
     los silencios que los soles
        más escondidos de la noche
     hacen fermentar como bocas
     largamente interminables:
     los pellejos pasando repasando
reconociéndose en la mano que los ata
a su interna armazón de palos blancos:
     y la mano
hallándose con las formas
   que en ella misma estaban
   como dedos indefensos
   dedos succionados
por labios y labios que esperaban
    su líquido momento
    de gritar.
La mano como dos manos reunidas
        apartándose en la unión
        temporal y necesaria:
encontrándose con las formas
         que ya en cada mano aparecen
como un sucio nacimiento
   una iluminación de lodo destrozado
             un relámpago de arena
    un rasguido de piedras invisibles
    una fuerza de fuego
    con su devorada cola de serpiente:
ah las manos entrechocándose exaltadas encendidas
tragando los orgánicos sudores de la tierra
ajustándose a las formas
como vasijas jarras macetas
ánforas ollas cráteras
cucharones jícaras vientres.
Ah la mano con sus formas
    nombrada en otra lengua
    y entrando en los barros totales
    en las estrechas espumas
en las semillas sepultadas
   en las lluvias sin aire
   y sin suspiros:
la mano sin dueño
la mano mugrosa de nosotros
la que escribe y respira
la que encuentra sus dedos primeros
en todas las manos de tu cuerpo.



De: Poesía reciente (1995/2003)


SAÚL IBARGOYEN




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