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Belleza

Eres como el amor:
naces de la destrucción
que tu ausencia
ha provocado.
Mencioné tu nombre muchas veces,
y muchas veces hablé de ti
largamente con los pájaros.
Siempre anduve cerca de aquellos caminos
por donde iba tu voz,
sin encontrarte;
y siempre dispuse
de seguras señales:
quién puede saber
que la luz con que miras,
no es de tus ojos,
y que nada hay en ti
afectado por la sombra.
Tú estás por indicarme
palabras que no conoces,
para que le tiempo vacile,
pensando en su muerte.
Tú estás para que el orden
de las cosas se desplome,
para demostrar
que todo puede ser iluminado.
Eres la posibilidad,
la lluvia inesperada,
la vocación del hombre
por agarrarse al aire.
No existes, pero naces
de tantas manos distintas
que no pueden tocarte,
y de tanta fiebre oscura
que a través de ti
se purifica.
Nunca tuve esperanzas de verte;
prefiero saber que estás lejos
y buscarte, o sentir el calor que te he dado,
o imaginarte entre blancas colinas,
disminuyendo las miserias del mundo
y hablando largamente
con los pájaros.


SAÚL IBARGOYEN




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