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palabra virtual

Ernesto Cardenal. Solentiname    
    Editora del videograma:    
    Gobierno del Estado de Veracruz, Universidad Veracruzana, Fundación Universidad Veracruzana, Ediciones Pentagrama        
por Cintio Vitier    

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

No me canso...


          "No me canso —dice Ernesto— de estas soledades: tienen algo como divino." Ahora estamos en el río San Juan (San Juan de la Cruz, así llamado —averiguó Coronel— antes que existiera el santo), navegando en la panga hacia la hacienda Las Brisas,
          y todavía no se borran de nuestros ojos las palabras pintadas frente al cuartel de San Carlos: “Los héroes nunca dijeron que morían por la patria, sino murieron", ni se apartan de nuestro corazón las pequeñas tumbas de Elbis, Donald y Felipe, nuestros amigos de El Evangelio en Solentiname , teólogos del pueblo antes que héroes, allí enterrados (simbólicamente Felipe, sin sus restos) bajo la garza morena esculpida por un campesino.
          Y ahora las garzas blanquísimas pasan en escuadra rasando las aguas, y las garzas morenas y los cormoranes y las gallinitas de río atraviesan el aire de ligera púrpura o pescan o retozan en el agua cada vez más transparente, y se oye el grito de los monos en la selva por la que escaparon los guerrilleros a Costa Rica después de cruzar a nado el río, después de tomar a tiro limpio el Cuartel, después de poner hermosamente en práctica el Evangelio (me dijo Ernesto en una carta),
          y ahora vemos que el modernismo nació de los paisajes vírgenes de América, porque aquí, en las soledades paradisíacas del río San Juan, están las garzas blancas y morenas de Darío, los lotos casalinos, la hembra del pavorreal abriendo su fastuosa cola de colores en el crepúsculo, la conversión de la naturaleza en arte por obra y gracia de la luz y el agua, la "joyería viva del jardín" que dijera Martí: Del jardín
del paraíso reflejándose en el río sin que pueda discernirse la línea divisoria: un solo bloque de boscaje verdeoscuro arriba y abajo, abajo lo arriba, arriba lo abajo, una revolución óptica, la metáfora natural de la Revolución, todo fundido y unido como en la oración del huerto, del jardín de la agonía, del crepúsculo que se desangra:
          espejos, plata, jade, perla, rosa, verde, ópalo, luna de qué sol, la fronda y el cielo invertidos. De pronto, surgiendo la panga sin tocar el silencio que sostiene a la tarde como a la copa de un ofertorio de un brindis. El cielo parece a la tierra, el agua al cielo, el agua es más cielo que el cielo —dije yo—, buen verso —dice Ernesto— con el pelo blanco flotándole en el viento, los ojos ámbar aguzados buscando al punto que se escapa, los labios finos apretando la palabra del silencio:
          in-versión, sub-versión, con-versión, nueva versión, verso nuevo, un cielo y una tierra nuevos en el comunismo cristalino de las aguas



De: Viaje a Nicaragua



CINTIO VITIER






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