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Sólo mirar

Miramos sí otra vez todo lo mirado
todo lo que incluye un sabor
de sudores en rechazo:
todo lo que lleva un temblor
de sombras descompuestas:
todo lo que arrastra voces no preparadas
para nombrar la perfección
de tu cabal ausencia.

Miramos sí como quien camina
entre ciudades de árboles muertos:
entre cementerios derrotados por aquella soledad
que desde lo pútrido de viejos océanos
nos llama:
como quienes marchan sí entre hierbas reconstruyéndose
en una mezcla azarosa de rígidas raíces
y bacterias renovadas:
entre cáscaras devorantes de la pulpa
que no pueden fecundar.
Tal vez preguntarás por qué la mirada quiere mirar
si toda tu figura es una túnica multiplicándose
sin término previsto y tan apegada
a una sustancia de luz carnal
a una frágil energía que estos dedos tocan
en las formas sorpresivas de tu piel.

Miramos sí ¿quiénes? los amplios colores
que abandona tu cuerpo
las manchas que expulsan cabellos casi oscuros
los trazos de blancor retirados de tus manos
—con sus uñas y coágulos secos
con sus tintas y descuidos que algún jabón borrará.

Miramos ¿quiénes? ¿cuáles nos de nosotros?
los esbozos de aire con sus mínimos planetas amarillos
que marcan y deshacen las fronteras
de ése tu país que aún no inventa sus leyes
ni descubre sus banderas.
Porque tu primer nacimiento no se acaba
ni aquel llanto de dolida saliva es todavía
una rosa de triturante dolor y de violencia.
Porque tu verbo inicial recién empieza
a reunir sus letras de esplendor
y sus sílabas sombrías.
Porque tu lengua no levanta el combate total
contra lo amargo y lo mugroso y lo ácido del mundo:
tu lengua guardada en la boca interior
que miramos sí y tocamos
con estos labios
y en estos días de ronco cantar.  



De: Rojo es el silencio (2005/2006)


SAÚL IBARGOYEN




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