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La calle en septiembre

a Laura Etorena, in memoriam


Hasta el fondo de tu calle
de este oscuro septiembre llegan
chillidos de gorriones tardíos
puntos de polvo de inmedibles
torres despedazadas
y un silencio de incompleta primavera.
¿Qué pasos qué caminares
de qué pies casi extranjeros se mueven
debajo de tantas sustancias
que las jornadas humanas entremezclan?
¿Cuántas plumas se juntan
en cada día de un gorrión?
¿Cuántos volátiles ladrillos y cristales
se hinchan quebrando
la vertical pesadez del poderío?
¿Cuántos silencios se expanden
a través del jugo floral
que los astros provocan desde el fuego?
Nadie conoce el espesor de la propia sombra:
nadie sabe la cifra última
de su eléctrico orgasmo:
nadie entiende el tamaño cambiante
de sus latidos o lágrimas:
nadie es dueño o poseedor o propietario
de sus zapatos ni de sus eructos
ni de su cáncer ni de sus monedas
ni de su hijo visceral ni de su estiércol.
Al término de tu calle
como en una estación nocturna
palabras detenidas se acumulan
y malusados papeles y libros deshechos
y falsos pergaminos y cartones corroídos
y botellas de extraviada saliva
y manchas malolientes de perros decepcionados
y pútridos vestidos que el invierno consumió.
Y más adentro en lo inferior
de las pisadas foráneas
cada golpe del puro pie reclama
un poco de dolor para la antigua enemiga
un algo de aire ciego
para los ojos sin carne de la añeja adversaria.
Porque ésta es la calle de todos los viajes
de todos los encuentros
de toda tu piel que de pronto regresa.
Porque los pasos no estarán
ni los zapatos de fatigada extranjería
ni la ceniza con sus huesos incontables.
En tu calle que este tiempo
de septiembre oscurece
los gorriones muertos
hacen ya florecer
las plumas nuevas.



De: Rojo es el silencio


SAÚL IBARGOYEN




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