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Saúl Ibargoyen

 
 

“PROTAGONISTAS DE LA LITERATURA MEXICANA” 2014




"PROTAGONISTAS DE LA LITERATURA MEXICANA" PRESENTA A SAÚL IBARGOYEN



* Encuentro con el poeta uruguayo radicado en México desde 1990

* Se hablará de sus nueve libros más recientemente publicados

* Participan Alma Karla Sandoval, Fernando Corona, Ulises Paniagua y el autor

Celebrar la obra de Saúl Ibargoyen, poeta de origen uruguayo naturalizado mexicano, es el motivo por el que se organiza esta sesión del ciclo “Protagonistas de la Literatura Mexicana”, actividad en la que participarán Alma Karla Sandoval, Fernando Corona, Ulises Paniagua y el autor, el próximo martes 8 de abril a las 19:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México. Entrada gratuita.

Saúl Ibargoyen se ha encontrado viviendo constantemente en México, donde se estableció definitivamente a partir de los años noventa. En “Protagonistas de la Literatura Mexicana”, ciclo organizado por la Coordinación Nacional de Literatura, se honrará la obra del poeta uruguayo con la presentación de sus más recientes libros publicados, así como con la celebración de su trayectoria por parte de colegas, familiares, amigos y lectores.

Poeta, narrador y ensayista, Saúl Ibargoyen se denomina como un trabajador profesional en el sentido del rigor y el tiempo que dedica a cada una de sus obras literarias. Nueve son los libros que ha publicado recientemente, entre los que están Nuevas destrucciones (2da.ed), El escriba de pie y otros poemas (3ra. ed), Los cuates de candelita, Toute la terra, Llorar pa' delante, Gran cambalache, Perro de soledad, Tango negro (2da. ed.) y Maldita mía, los cuales serán presentados en esta actividad.

“Sucede que uno tiene muchas patrias: la primera es la de nacimiento y México es mi segunda patria, pero con el tiempo se va formando una sola”, dice en entrevista Saúl Ibargoyen, refiriéndose a su condición de asilado político que lo trajo a México en el año de 1976 para regresar a su país de origen en 1984. En su segunda estancia en México, decidió su permanente estadía en éste a partir de 1990, así como su cambio de nacionalidad.

Han sido 32 años de compartir momentos con la comunidad literaria mexicana, de donde se ha hecho amigo de muchos escritores, entre los que recuerda con especial afecto a Jesús Gardea, “que fue un amigo y narrador exquisito”, Dolores Castro, Enriqueta Ochoa o Carlos Montemayor. “Cada uno se fue siguiendo su camino, y este es un país muy grande, una sociedad cada vez más compleja, dolida por muchas cosas que están pasando y que yo como ciudadano mexicano me siento afectado por eso”.

Recientemente cumplió 84 años y aún le siguen desconcertando los homenajes y premios que recibe, como el que en el año 2008 la Academia Nacional de Letras de Uruguay le rindió, al nombrarlo miembro correspondiente. “Yo ni siquiera terminé la preparatoria”, asegura. “Se aprende de otras cosas”, dice quien desde su experiencia como asiduo lector desde temprana edad se guió en sus intereses y búsquedas, a fin de concebir que “el acto de escribir y de leer se conjugan en uno absoluto que se llama creatividad”, finalizó.

Saúl Ibargoyen. Nació en Montevideo, Uruguay, el 26 de marzo de 1930. Poeta, narrador y ensayista. Radica en México desde 1976. Jefe de redacción y subdirector de la revista Plural (2da. época), México. Colaborador de Casa de las Américas, Excélsior, Plural, entre otras. Actualmente es maestro en la Escuela de Escritores de SOGEM y editor de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea. Ganó el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada en 2002 por El escriba de pie. En Uruguay obtuvo premios del Ministerio de Instrucción Pública y del Ayuntamiento de la ciudad de Montevideo. Miembro de la Academia Nacional de las Letras de Uruguay desde 2008.

Entre su obra se encuentra, en cuento: Quién manda aquí (1986), Los dientes del sol (1987), entre otros. En ensayo Poesía y computadora (compilador, 2003); en novela, La sangre interminable (1982), Toda la tierra (2000).

En poesía: El pájaro en el pantano (1954) Límite (1962), De este mundo (1963), Los meses (1964), El amor (1965), Poema abierto al presidente Johnson y otros poemas (1967), El Rey Ecco Ecco (1970), Viento del mundo (1971), Patria perdida (1973),  Poemas de la extranjera (1977), Exilios (1978),  Catálogo (1979), Poemas con amor ( 1979), Poeta en México City (1998), El escriba de pie (2001), Grito de perro ( 2001), El poeta y yo. Antología 1956-2000 (2003), ¿Palabras? (2006), Poeta semi-automático (2006), Poemar (2007), Nuevas destrucciones (2008), Rojo es el silencio. Poesía reciente 1995-2006 (2008), Tango negro (2013), entre muchos otros.

CONACULTA. Comunicado de prensa No. 472/2014. Abril de 2014





EL POETA COMO ENTERRADOR DE TESOROS


      I. Etopeya.



No, él no es el escriba que manda en las palabras, su nombre no fue borrado de la piedra, y, sin embargo, huele y escucha las mugres del mundo y se niega a llorar. A él, las ganas de besar no se las quita ningún campeón de ninguna porquería porque canta de pie en medio de la niebla, porque contempla los pedazos fríos de este mundo y la basura parlante de los callejones como un gorrión que vuela detrás de los tangos que difumina el siglo.

Él no quiso ser un poeta oficial y sus versos superan en muchas ocasiones a los de ciertos vates con grandes premios nórdicos. Su trabajo posee una dimensión imaginativa de absoluta consistencia barroca sin negar la pureza de sangre que otorga toda filiación con la vanguardia.

Él, simplemente, sabe que la palabra patria es un compuesto químico, va mezclándose en un laboratorio, machacándose, disolviéndose; cambiando de color según las leyes de nuevos elementos. Él, entonces, es un alquimista de ciertas circunstancias como el exilio. Déjese acá esta etopeya a riesgo de resultar infinita.


      II. Topografías afectivas globalmente inciertas.


Se ha dicho que Saúl Ibargoyen es un poeta raro, que se ubica en el panorama de la literatura contemporánea uruguaya en la generación de la crisis, la generación de los sesenta, junto a Jorge Medina Vidal, Washington Benavides, Nancy Bacelo en poesía, pero que no escribe fácil, que su potencia verbal, sus cascadas de imágenes sinestésicas, que sus constantes y largas preguntas retóricas desconciertan, que su crítica aguda crítica social produce vértigo a los lectores.

Pero también se ha señalado, por ejemplo [1]:


Hay en su poesía una intención mordaz por interrelacionar ideas que se critiquen recíprocamente y terminen produciendo una poética de la inconformidad, que sus versos, llenos de preguntas más que de respuestas, se mueven de forma entrópica para reconstruir un mundo propio como testimonio de un viajador insaciable que no sólo se conformó con la geografía, sino que decidió trasladarse de tiempo y construir el suyo fuera del reloj occidental.


Como sea, estamos frente a la obra de uno de los poetas latinoamericanos más importantes debido a la ruptura de Ibargoyen con los procedimientos estilísticos que su natus le imponía. Ante un proceder poético más parco, él responde con la exuberancia metafórica de un médium que consigna los detalles menos luminosos del mundo, pero no por ello invisibles.

La suya es la actitud del vidente, del sabio, del nigromante que inicia a otros en el oficio de la contemplación a través de las lentes de una verdad rizomática: que todo está en todas las cosas como aseguraron los antiguos, porque tal vez todo debe seguir entre lejanos relámpagos o pequeñas catástrofes, como el mismo Ibargoyen revela.

Pequeñas catástrofes que implotan en cada uno de sus nueve últimos libros. Pareciera que desde El escriba de pie, el repertorio universal del autor se ensanchara aún más tomando el cauce definitivo de su propuesta. Como si a partir de esta declaratoria: no cerrar los ojos, no llorarlos frente al error o a la ruina, terminara de consolidarse, desde la periferia, el centro de una obra que ha aportado sus disensos con la tradición y, paradójicamente, sus encuentros, como en el caso del último libro, Maldita mía, donde "El tango del viudo" de Pablo Neruda detona esos veintinueves textos apasionados.

Es en el final del segundo poema de ese conjunto, que se desvela una coordenada clave de los desplazamientos interiores del escriba: …en un viaje reciente/ a un país de vientos y personas lejanas pude pasar en libertad las aduanas rigurosas… El yo poético dice "país de vientos" del mismo modo en que enuncia un Perro de soledad influido tal vez por uno de los maestros del vate, El Conde de Lautréamont, pseudónimo de Isidore Ducasse, a quien, debe decirse, está dedicado el primer poema de Tango negro, monumental pieza poética que el tiempo se encargará de cederle un justo lugar dentro del horizonte poético iberoamericano.

Esto porque la obra de Saúl Ibargoyen se torna inclasificable desde la primera etapa de su producción. Recordemos que tampoco es un poeta social propiamente dicho aunque señale las miserias del consumo, los peligros de la posmodernidad tardía que nos circunda, no lo es puramente barroco aún cuando sus contrastes, contrapuntos, pliegues y repliegues lingüísticos sorprendan y no lo es surrealista a la manera de Breton ni a la de Vicente Aleixandre aunque abreve de ellos, lo que sí puede inferirse con seguridad es que se trata de una poesía dialógica, es decir, incluyente.

A lo largo de toda su obra, el autor de Poeta en México City, traza conversaciones reales, imaginarias o trenzadas hábilmente por una voz que llama a otro quien puede ser una libélula, un bandoneón, un perro, un bote de basura, una llaga, un fluido, una neblina, un huracán, un terremoto, una mujer triste, un ángel orinando en la esquina de tu habitación, una niña en peligro, una musa regalada, un hombre seco, un amigo que se aleja, una estudiante que parte en diciembre, otra en el patio sucio, pero con árboles y frondas, que es la vida.

Hay otro siempre en los poemas de Ibargoyen y no suele ser un otro u otra con privilegios, pero al mismo tiempo lo son a raíz de su existencia, de su milagroso estar en el mundo que la palabra otorga. De ese modo va fincándose una polifonía irrenunciable en los poemas del escriba hasta convertirse en música por debajo de las letras, en un ritmo más allá de las anáforas. Se trata de una cadencia que responde a cada lugar de su afecto, no sólo de su respiración, sino de los lugares que la voz concita, recorre, de las escenas de ciudad, de cuartos rotos, de jardines avasallados por la mancha urbana, de promesas incumplidas, de elegíaticos momentos que salva esta voz para fijar aquellos que somos, memoria, y para construir, temerariamente, un museo de la experiencia en un tiempo, diría Bauman, inaprensible, líquido.


      III. Tango finisecular, cambalaches honestos.


Aquella música de los poemas de Ibargoyen también obedece a contenidos históricos, a otros diálogos con la tradición oriental que se celebran en sus versos. Sobresale la presencia egipcia y árabe, el reconocimiento de esas latitudes como portadores de saberes oscuros. De hecho, La epopeya de Gilgamesh es uno de los grandes libros que el autor reconoce, cita, revisa, no puede ser de otra manera. Con todo, la voz productora de esta poesía a su vez traslada detrás suyo a toda la tradición poética occidental, pasando por Tierra Baldía de Eliot, Tabaquería de Fernando Pessoa, La prosa del Transiberiano de Blaise Cendras y el Canto a mi mismo de Walt Whitman.

Lo anterior sin contar, por supuesto, la amplia herencia sudamericana de Ibargoyen desde los Heraldos Negros de César Vallejo, las Residencias de Pablo Neruda y Altázor de Huidobro. El Tango negro es una muestra de cómo se compone el impulso verbal que encarna el libro desde las orillas de esas lecturas, desde los viajes de Saúl que no ha parado desde siempre. América Latina lo encanta.

Es en este continente y en este tiempo desmedido -ha señalando antes aquí Francesca Gargallo- que la poesía no tiene forma de ser equilibrada, sino convertirse en una desmesurada, en tanto libre, erótica de la verdad
[2]. Una verdad que asume el absurdo, como Ibargoyen comenta: "Yo, por ejemplo, digo que ahora hay un gran cambalache en Uruguay y México. Es cambalache cuando se habla de la clase política porque eso no existe, lo que existe son clases sociales. Que de repente aparezca un cantante popular con un gran tenor, cantando juntos, eso es cambalache. Que una exprimera dama hable de la poeta Rabina Tagore, cuando estás hablando del poeta Rabindranath Tagore, eso es cambalache. Basta escuchar los comentaristas de futbol hablando de la filosofía de un director técnico, bueno, entonces ¿qué pasa con Hegel? Cambalache…"

Lo interesante es que el poeta se adscribe a esas transformaciones, pero las resemantiza, combate el absurdo de las significaciones actuales, de los sin sentidos de la posmodernidad, de su fragmentación utilitarista, con la fragmentación poética. En Tango negro hay preguntas de este linaje:


¿Dónde están aquellas guitarras
de hispánico encordado y arcaicas maderas?
¿O cincuenta años no son nada
o solamente rasguidos de cuerdas de tripa
O de nervio fulgente o de enroscado metal
O ligeras presencias de zorzales de pecho amarillo
O figuración de cardenales de testa enrojecida?
¿Por qué los pájaros cuando hablamos de guitarras?
¿Por qué esos personajes de pétalos plumosos y cambiantes
En medio de la terrícola verba de este tango negro?
¿Por qué eso todo se involucra
Con la totalidad de lo total?


Las respuestas no son dadas en la superficie del texto, se deben buscar al interior de los símbolos que el yo del poema convoca, se deben escuchar desde y por la musicalidad de las enumeraciones como letanías porque el autor en su trabajo está constantemente aludiendo a lo sagrado que es profano y, naturalmente, a la profanidad de una sacralidad impuesta por una cultura, por un "documento de barbarie", como diría Walter Benjamin.

He ahí una de las tesis fundadoras de esa poética: la soledad de la muerte, la deshumanización de la misma, la desprotección de los seres vivos, cualquiera que estos sean, la tortura a que son obligados, los exilios a los que los condena su disenso, su abierta y justificada necesidad de expresión, de denuncia y condena porque la muerte es un débito total y sólo queda bailar en el más puro de los sentidos Heidegerianos: cantar y/o danzar con cadenas en tiempos de hambre, resistirse, en la más sensata de las direcciones deluzianas, optando por un horizonte artístico.

Y ese horizonte a veces suena como un gorrión en la neblina, pero un gorrión al fin y al cabo, un pariente del cisne de Rubén Darío con el cuello al que torcieron. Saúl Ibargoyen se reconoce en dichas tesis y en los más de cincuenta años que lleva produciendo literatura de forma delirante y asombrosamente prolífica: ha escrito 40 libros de poemas, tres novelas, cuatro recuentos de relatos, una obra teatral, diversas antologías, la impresionante reflexión ético-política-siconalista y literaria de Sangre en el Sur, etc.

De tal modo modo que Ibargoyen es un autor que merecidamente recibe homenajes, sobre todo de los cientos de alumnos que formó en la inteligencia de su libertad creadora, de su rechazo al neofascismo que se trasviste de censura, de oficialidad que lee a los poetas apartándolos de su obra y acercándolos a sus méritos dudosos. Ibagoyen es reconocido, pero hace falta, y estos renglones han aspirado a ser una tentativa, admitir por lo alto, esto es, con el rasero de la crítica más connotada de nuestro panorama, una obra cuya monumentalidad debe estudiarse todavía más de lo que ya se deconstruye, una obra que debe escarbarse a profundidad, y volitivamente, para encontrar en su entraña los tesoros de los que provee: no son joyas ensangrentadas, no son monedas de cambio capitalistas.

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[1] "El escriba de pie y otros poemas de Saúl Ibargoyen (Regia Cartonera)" Exumando Letras, Blog de Nérvinson Machado
http://exhumandoletras.blogspot.mx/2013/04/el-escriba-de-pie-y-otros-poemas-de.html, consultado el 8 de abril de 2914.

[2] "Saúl Ibargoyen, poeta de una tímida y desmedida erótica de la verdad", Francesca Gargallo, la calle es de quien la camina, las fronteras son asesinas,
http://francescagargallo.wordpress.com/ensayos/ensayos-letras/saul-ibargoyen-poeta/, consultado el 8 de abril de 2014.

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(ALMA KARLA SANDOVAL) Texto leído en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, con ocasión del homenaje al autor por su actividad literaria, el 8 de abril de 2014.






 

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