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Efraín Bartolomé

 
 

MÍNIMA ANIMALIA



Efraín Bartolomé, generosamente dotado para la imaginación y la metáfora visual y deslumbrante, concentra sus capacidades en textos brevísimos para ofrecer impresiones de los rasgos más iluminadores de un pequeño conjunto de animales. Un poco a la manera del hai-ku -aunque sumamente libre en la concepción, y a veces uniendo dos para el mismo animal-, Efraín Bartolomé descubre para el lector el detalle más revelador de algunos animales que, en el poema, parecen observados por primera vez. En fin, la guacamaya, la boa, el camello, la jirafa, las mariposas y el jaguar completan un viaje por terrenos de la imaginación más decantada.

(José Francisco Conde Ortega, Sábado, Unomásuno, 11 de enero de 1992)



Mínima animalia conforma una selva de delirios, de colores y palabras para todas la edades, si uno decide alejarse del prejuicio de ser adulto o ser niño.

(Armando Oviedo, Sábado, Unomásuno, 4 de julio de 1992)



Emparentado con El libro de los seres imaginarios (1968) de Borges, y las exquisitas criaturas salidas de la pluma de John Tenniel, el ilustrador de la Alicia... de Carroll, y más allá de toda idea acerca del mundo convencional de los animales, Mínima animalia de Efraín Bartolomé, crea su propio universo. Pocos textos pueden llegar a ser tan sugerentes como éste: que despierten la imaginación de más de un lector empecinado en descubrir el universo de la llamada literatura para niños. Marisol Fernández traduce a la imagen los bellísimos textos de Efraín Bartolomé. Emparentado con los lejanos haikus, la calidad de este libro, de lúcida prosa poética sumergida de lleno en los colores y las formas, hacen de esta Mínima animalia una máxima aportación al desarrollo de la imaginación... ¿infantil?

(BD, El Universal, Cultural, 16 de julio de 1992)



Pero la claridad, poeta Bartolomé, sirve también para abreviar el mundo, para atrapar sus esencias, para concentrar en el poro abierto de la palabra, los mundos ilimitados donde sólo el verdadero creador puede penetrar. Tal es el caso de Mínima animalia. En mi caso estoy siendo algo así como la "lectora cómplice" de que hablaba Cortázar, cuando se refería a la coparticipación y el copadecimiento que sufre el lector cuando goza plenamente del fruto que un autor ofrece sin nunca habérselo propuesto. Y esa soy yo: lector cómplice del gozo que seguramente a usted le produjo crear esas brevísimas gotas de poesía que, a la luz de sus imágenes, se multiplican y magnifican para iluminar a su vez a los seres que la naturaleza puso en el camino para equilibrar con su soberbia sencillez, la cósmica aspiración del ser humano. Estos haikais de su Mínima animalia se desgranan en armonía con las mejores muestras de José Juan Tablada ( a quien usted, por cierto, deja atado entre la araña y el duermevela de la Luna.

(Delia Quiñonez, Tzibal No. 1, septiembre de 1994)






Nota. Algunos comentarios sobre el libro:

Mínima animalia. Primera edición: Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Centro para la Investigación y el Desarrollo de la Literatura Infantil. México, 1991.



 

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